miércoles, 3 de febrero de 2010

La construcción de una identidad

Dependiendo de la inclinación socio-religiosa del individuo, la identidad se define según la voluntad del hacedor, llámese dios, el papa, el gobernante, el maestro, el padre progenitor o social, la madre, etc. Me explico, o voy a tratar de explicarme. Cuando, a partir de cierta edad, observamos a un niño de menos de seis años (podía decir menos de siete u ocho, no importa mucho), nos percatamos de la construcción de su identidad a partir de los estímulos que recibe de su entorno más inmediato, y del que no puede librarse conscientemente. Incluso cuando ese "renacuajo" o "enano" (como se le puede llamar cariñosamente en familia) actúa, aunque sea inconscientemente, fuera de lo correcta y convencionalmente aceptado por su "familia", todo adulto o adolescente cercano hace uso de su poder para "obligar" a ese futuro muchacho a actuar como tiene que hacerlo. Pero me pregunto una cosilla: ¿quién actúa inconscientemente? ¿El niño, que "no es todavía consciente de sus actos", o ese adolescente o adulto, a quien se enculturó durante tanto tiempo y sin que fuera consciente de ello?.
Hemos hablado de forma resumida del niño de menos de seis supuestamente inconsciente de sus actos. Pero observemos a un adulto -sin que éste nos vea- y podremos también decir más o menos lo mismo. Veamos. Cosas tan simples como exonerar los bajos vientres, jalar, practicar la coyunda, etc., no requieren un gran derroche "intelectual". Tampoco lo requieren lavar la ropa (o no lavarla), rechazar, ponerse a cubierto, huir, querer, etc. La reacción tanto de uno (el menor de seis años) como de otro (el adulto) es consecuencia de los estímulos externos (o internos) recibidos. Como ya dije antes, todo el esfuerzo de los adultos que rodean al niño estriba en convertirle en su imagen y semejanza mediante el uso de cualesquiera métodos. Lo mismo sucede con los adultos, pero esta vez dentro de la relación gobernantes y gobernados. Aquí hablaremos de dos tipos de identidades. En primer lugar, la identidad convencional, inconscientemente compartida, es decir, aquella que no pone en peligro los intereses de la familia ni de los gobernantes. Y es aquí donde tienen cabina el buen hijo, el buen compañero de trabajo, la buena compañera sentimental, el buen padre, etc. En segundo lugar, la identidad personal o post-convencional, que es fruto del análisis previo a cualquier reacción. Es muy difícil llegar a esta etapa, porque ni la escuela, ni la familia ni los gobernantes o guías les interesa que el niño menor de seis años empiece a definirse, ni que el adulto se oponga a lo tácitamente establecido. Los expertos comparan esta etapa primitiva del comportamiento humano con la que caracteriza a otros seres, llámense iguanas, caimanes, murciélagos, cucarachas, lagartos, etc.