ESCRIBIR DESDE LA ENCULTURACIÓN DIVERSIFICADA
1. Introducción.
En primer lugar, debo decir que fui formado para ser Bubi, para hacer lo que hacían mis mayores, como cazar, trepar a la palmera datilera para cortar los raquis o racimos de dátiles y extraer el sabroso vino de palma, pescar, conocer las tradiciones bubis y sus diversas manifestaciones culturales, formar familias, practicar los ritos bubis, ser capaz de construir objetos artesanales, conocer la medicina tradicional (como cortezas de determinados árboles, ciertas raíces, ciertas hojas, etc.) para curar algunas enfermedades, etc. También he sido formado en la canción tradicional bubi, en la escenificación y en la narración de relatos, cuentos, etc., todo ello debido a la larga y nutrida trayectoria artística de mi etnia. Desde mi más tierna infancia, mis maestras en la narración han sido las mujeres de mi familia matriarcal, dejando a la acción de los hombres hasta después de mi pubertad. Todo esto no es ni más ni menos que la enculturación, el proceso mediante el cual uno aprende a ser miembro de su comunidad, y practicante de su cultura, desde la inconcienciación.
Es este proceso el que define mi obra como escritor, resultado de mis vivencias, mi experiencia personal o colectiva, los estímulos que recibí y recibo de mi entorno inmediato o lejano, etc., o sencillamente de mis circunstancias personales, expresadas en esa necesidad inexplicable de producir y exorcizarme a través de la palabra que digo, o aquella que escuchan los lectores que me leen con mi voz en su memoria, o los que únicamente me leen con su propia voz, o reescriben su propia realidad a través de mis producciones literarias. Pero se trata de una obra escrita en dos lenguas: la española y la bubi, aunque también podría escribirla en francés, en inglés, etc.
2.- La Lengua, la Cultura y la Etnia.
Mi identidad está estrechamente relacionada con mi condición de bubihablante, cada vez reafirmada por el uso y estudio constante y continuo de mi lengua bubi. Si a esto le añadimos mi condición de miembro activo de mi cultura (ya sea como estudioso o como velador, productor o adaptador) y mi pertenencia a mi etnia bubi, no es de extrañar que la presencia de lo bubi en mi obra resulte regular y recurrente.
Pero todo esto es fruto de mi formación iniciática en el seno de mi familia matriarcal y de mi comunidad. Se trataba de una iniciación con la que los niños y jóvenes aprendíamos a ser la réplica de nuestros padres y mayores, ligados a nuestro pasado tradicional por medio de nuestros ancestros, y evitando así la ruptura intergeneracional e histórica. En este período referido, tanto la lengua como la cultura bubis eran necesarias para el desarrollo de cualquier miembro de mi etnia, a pesar de la presencia del colonizador español, representado por sus escuelas, sus maestros (blancos y curas o misioneros), sus iglesias (con sus ministros blancos dándonos la espalda en la celebración de las liturgias), sus internados (regentados por monjas blancas y bajo la atenta mirada del cura y párroco), sus comerciantes y tenderos blancos, sus militares a la entrada de los poblados (con comandantes blancos), sus coches de línea (con conductores blancos), sus dispensarios y hospitales (con médicos y enfermeras monjas, todos blancos), etc.
Pero a pesar de esta presencia permanente del blanco en el contexto etnocultural bubi, nuestra lengua gozaba de buena salud, al igual que nuestra cultura. Sin embargo, más tarde veríamos las consecuencias, porque con aquello de “despacio y buena letra”, ellos (los blancos colonizadores) estaban seguros de que tarde o temprano (más temprano que tarde), acabaríamos perdiendo interés (o necesidad) hacia nuestra lengua, hacia nuestra cultura, etc., pasando a ser meros bubis por ius solis, sin ningún soporte cultural, tal como empieza a suceder en la isla de Bioko.
La prohibición institucional de utilizar la lengua bubi en lugares señalados como la escuela (aquel que osara hablar dicha lengua era forzado a llevar el símbolo de la vergüenza, teniendo que ser obligatoriamente víctima de las burlas de sus propios compañeros, y con quienes después de clase iría a cazar pájaros u otros animales), la Iglesia, en presencia del hombre blanco, etc.
3.- La enculturación institucional y contextual.
La concienciación retrospectiva o epimeteica de mi enculturación me ha permitido hablar de los dos modelos de apropiación a lo largo de mi período de formación. En primer lugar está el modelo colonial homogéneo, que giraba en torno a la lengua y cultura españolas (y no castellana, por aquello de "Una España Grande y Libre"), y cuyo objetivo era frenar y evitar la aparición de cualquier vestigio etnocultural que pudiera promover una conciencia interétnica para una posterior cohesión social que estuviera al margen de etnias, clases, tribus, familias, etc. En segundo lugar, está el modelo postcolonial surgido a partir del cinco de marzo de 1969, fecha del giro anticolonialista del primer presidente de Guinea Ecuatorial. Este modelo ofrece dos vertientes. Una primera vertiente neocolonial tanto en el campo de la educación, -que fue una mera reproducción del modelo colonial, y que mantenía el ya conocido objetivo de formar a los guineanos (hoy guineoecuatorianos) a imagen y semejanza de los españoles (sin que ni el nuevo gobierno ni los maestros fuesen conscientes de ello)- como en el terreno social – una vertiente manifestada mediante el síndrome de Estocolmo de muchos guineoecuatorianos, que no veían en los colonizadores españoles a sus explotadores y verdugos sino más bien a sus guías y formadores. Y una segunda vertiente rupturista, anticolonialista y gubernamental, que fue una imitación del modelo mobutista (del presidente del Congo-Zaire Joseph-Désiré Mobutu Sese Seko) de la “autenticidad africana”, con adopción de nuevos nombres para la población, el cambio de los topónimos (Santa Isabel fue sustituido por Malabo, el nombre de la isla de Fernando Poo fue cambiado por el de Macías Nguema Bidyogo, el de San Fernando por Elá Nguema, el de Río Benito por el de Mbini, el de San Carlos por el de Lubá, etc.), etc.
Las consecuencias de ambos modelos de apropiación fueron muy diferentes, dependiendo de la experiencia y del nivel de asimilación del afectado. Pero lo cierto es que el segundo modelo acabó fagocitando al primero, u obligando a sus callados seguidores a adoptar el modelo anticolonialista de manera explícita, con la única intención y objetivo de salvarse el pellejo. La profanación de los personajes y espacios sagrados del modelo colonial (como la agresión física a los curas o ministros de Dios, o a los amos de la ex-colonización, el cierre de las Iglesias por orden gubernamental, la deificación del presidente de la República, etc.) impactaron de lleno en la psique de la mayoría católica de los guineoecuatorianos, creando en ellos un profundo trauma. Se trataba de reprogramar a los guineoecuatorianos para enseñarles a odiar al blanco, o borrar de sus memorias colectivas las enseñanzas recibidas.
La enculturación institucional y contextual hizo que los guineoecuatorianos vivieran unas experiencias traumáticas obligadas. Aparte de las anteriores, los esbirros del régimen masiemista (re-guineanización de Macías, llamado Masié en fang) idearon métodos dantescos, como obligar a los presos políticos a cavar sus propias tumbas y meterles en ellas estando con vida, violar a las mujeres y a sus hijas en presencia del padre preso, prohibir la circulación de las personas desde las ocho de la tarde hasta las seis de la mañana, imponer controles militares por doquier, etc. El resultado de estas vivencias es el repliegue del escritor, su deseo de volver al origen de la tradición, a través de un camino orfeístico, para comprender el presente de aquel momento, y de ahora.
Fueron experiencias que causaron un tremendo choc en el escritor, quien se encontraría perdido y callado, incapaz de reaccionar ante tanta barbarie institucional. En esta nueva etapa no cabía la convivencia o tolerancia entre los modelos colonial y anticolonialista. Todos debíamos ser guineoecuatorianos, aunque más fang que ámbös o annoboneses, que bisíös o bujebas, que bubis, que fangs o pamues, que fernandinos o kriós y que ndowès o combes.
4.- La enculturación necesaria.
Llamo enculturación necesaria a aquella que ha sido fruto de mi propia experiencia y que he vivido en plena conciencia, dentro de mis propias necesidades de formación, para la adquisición de aquellos instrumentos que permitirían mi incorporación al mundo laboral. Es esta enculturación necesaria la que ha concluido mi occidentalización y mi reconocimiento como profesor de una universidad, como escritor y ensayista, como narrador de cuentos, como actor o protagonista de ciertos documentales, como conferenciante, etc.
En esta enculturación necesaria debemos hablar de dos etapas. Una primera representada por mi período formativo medio y superior, y una segunda representada por mis múltiples períodos de convivencia con otros pueblos, con otras etnias, tanto dentro como fuera de mi comunidad. La primera ha recibido la fuerte influencia de mis tantísimas lecturas en las universidades occidentales, llámense españolas, francesas e inglesas, canadienses, americanas, etc. Mientras que la segunda ha recibido la influencia del exilio, de las compañeras que me marcaron, de conocidos y desconocidos, etc.
En ambas etapas destaco algo muy curioso, como es enseñarme a definirme etnoculturalmente, a luchar contra mi integración y asimilación como sinónimo de anulación. Recuerdo que una vez, en mi primer año de universidad, en una clase donde era yo el único negro, el profesor se dirigió a mí y me preguntó cómo me llamaba. Yo le contesté que me llamaba Justo. Volvió a hacerme la misma pregunta y yo volví a darle la misma respuesta: me llamo Justo. “Si tú te llamas Justo, y eres negro, yo que soy blanco, ¿cómo debería llamarme?” me dijo. Acto seguido volvió a hacerme una pregunta distinta: “¿Cómo te llaman en tu pueblo?”. Aquella pregunta me trasladó al seno de mi cultura, al centro de mi enculturación. Y mi respuesta fue: “me llamo Bösöpé” (Bösöpé significa “ardilla”).
5.- La proyección identitaria desde la enculturación.
Una vez alcanzada la edad adulta, me llegó el momento de significarme en el mundo. Aquí hablaré de dos ejes. Un primer eje Guinea Ecuatorial-España-Américas (Iberoamérica o Latinoamérica) y un segundo eje Guinea Ecuatorial-África-Mundo.
En el primer eje encuentro algo común, compartido, como es la lengua castellana, con sus grandes e ilustres escritores tanto españoles como latinoamericanos. Pero lamentablemente, no puedo decir lo mismo de escritores guineoecuatorianos, invisibilizados por la sociedad dominante española de la Hispanidad o Secretaría General Iberoamericana.
En el segundo eje, mi condición de afrohispano no me permite proyectarme fácilmente hacia África. Debo hacer uso del inglés, del francés o del portugués si quiero tener presencia en mi propio continente. Nuestra incorporación forzosa en el mundo de la Francofonía capitaneada por Francia, supone nuestra fagocitación identitaria como "hispanos". Además, en esta proyección identitaria desde la enculturación, ni nuestras culturas ni nuestras lenguas participan, a pesar de que la Unión Africana haya recomendado a sus jefes de Estado la elección y oficialización de una o dos lenguas africanas para su uso a nivel pan-africano.
Si quiero significarme en África, debo hacerlo con el francés (lengua co-oficial en Guinea Ecuatorial), con el inglés (lengua representada por el pidgin-english hablado en Nigeria, Ghana, Sierra Leona, Liberia, Camerún, etc.) y a última instancia, con el castellano. No puedo hacerlo con mi propia lengua, porque se trata, como dicen, de una lengua minorizada, como lo es el castellano en África, dentro de la Unión Africana. ¿Cómo puedo escribir obviando estas realidades?
6.- Conclusión.
Los regímenes totalitarios provocan una desestatalización colectiva, desde el momento en que el Estado se vuelve contra sus propios ciudadanos, o desde el momento en que este mismo Estado ha sido patrimonializado y secuestrado por el mandamás, como ocurre en Guinea Ecuatorial.
Como escritor bubihablante y conocedor de mi realidad cultural y sociopolítica, necesito hurgar en mi pasado y encontrar allí la respuesta a este presente calamitoso. Ser bubi, algo que me negaron mis primeros y posteriores enculturadores, no debe estar reñido con ser guineoecuatoriano, español, africano, afrohispano, etc. Y a pesar de que el uso de la lengua bubi limite mi actividad como escritor, debo seguir significándome con ella.
jueves, 26 de noviembre de 2009
martes, 24 de noviembre de 2009
Mi incursión en este espacio de los blogs obedece, no a mi deseo de exhibirme. Sencillamente, quiero ser un poco menos egoísta y empezar a dar más de lo que hasta ahora he dado. Y espero poder y saber hacerlo.
No sé cuánta gente puede estar interesada en lo que diga, escriba, haga, piense, calle, etc. Una de las pocas cosas que sé es que una vez que escribo algo, no suelo (ni puedo) saber dónde brotará.
Dicen que esta es la era de la comunicación, o más bien del exhibicionismo cibernético porque, o uno se hace conocer, o corre el riesgo de perecer, aunque no para tanto, ya que el mundo no ha empezado esta mañana, ni esta tarde. Además, no hemos nacido para la posteridad (como suelen pensar algunos gobernantes africanos), y tenemos que dejar sitio a los que lleguen después de nosotros, pero un sitio o espacio de concordia y convivencia.
Continuará...
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